Vaho

Es a estas horas cuando viene la musa. Después de haber cocinado, puesto y quitado una cena para 30 personas. Con las manos aún oliendo a mistol y la ropa a tabaco. Hace frío. He salido al patio y el vaho de mis pulmones me ha cegado por completo. Y fue hace unas horas, con una llamada, cuando se me ocurre escribir por Navidad. Es ahora uno de esos momentos en los que te das cuenta -serán los bombones de más- del sentido que tienen esos días, más allá del descanso. Y es cuando te llaman y te dan las gracias por acordarte, por haber escrito un sms, o un mail, o una tarjeta, o un toque. Cuando por sorpresa te devuelven las palabras que lanzaste al aire. Y feliz o nervioso, llevas una conversación de besugo, sin salirte de veras lo que quieres decir, cosas como que no sabes lo que significa hablar contigo, cómo me alegro de que estés en mi vida, que me aguantes, que me reconozcas como uno más en ese círculo, no sabes lo que es escuchar tu voz y se me agoten las palabras coherentes y llenas, y no veas mi sonrisa, ni cómo he callado a 15 personas del salón para coger el teléfono, o cómo me siento tonta al colgar y no haberte dicho todo eso. Que me importas, que no te conozco y me es indiferente, que no eres parte de la Ausencia de este blog.
Ahí tienen el muérdago, sírvanse al acercarse.

Fíjense qué cantidad de ñoñerías por frase se pueden llegar a decir.

Culpemos a los Ferrero Rocher =)