Paleta gastada

Me reflejo tenuemente en la ventana. Soy un lienzo gris en la persiana que, sin el marco de tus dudas, me dejo pintar por palabras ajenas. Sin embargo, sigo en monocromo. Una gama oscura de sienas y ocres. De negro. Huelo a trementina, a óleo y aceite de lino. Saturada de colores, hago de lanzas mis pinceles, poco a poco desplumados, como los miedos que al desnudo dibujo en carboncillo. Mancho de pecados las cortinas y mi ropa - son azules -. Sujeto el caballete del destino, los pilares de tu mano en mi cintura. La paleta tiene la madera tan gastada que no distingo entre el bermellón de tus labios y el cadmio. También hay sonrisas en el verde cuando acercas la mirada. Y grises en las lágrimas que limpian los tachones y todas las versiones que esbozo de tu figura sobre la cama, inundo de folios el estudio; no apareces, no puedo perfilarte ni sacar punta a la distancia. No puedo sacarte de este lápiz.

Y así dejo a la mitad el cuadro, cuando la luz muere y no hay más musas en mis manos.