11 julio 2008

Doy fe

Lo primero que dijo la madre al verme es que estaba muy delgada. Así se confirmaba mi teoría de que no importa donde vaya, todas las madres tienen ese axión compulsivo de engordar a sus hıjos. Luego me saludó con el abrazo y los dos besos correspondientes y me indicó dónde podía dejar los zapatos. Doy fe que pone empeño en que regrese con unos kilos de más, y no voy a desilusionar a la buena señora (sobre todo cuando insiste en que repita postre). Me veo grandecita para la convivencia familiar, aunque agradezco tener una mapa andante y hospitalarıo que me ha hecho recorrer toda Estambul en menos de una semana. En 5 días he visto lo que se ve en un mes, y en lo que queda de este, espero poder disfrutar con más calma del resto.
De lo segundo de lo que doy fe es que nadie sabe lo que es un kebap hasta que lo prueba aquí, con yogur, batido de yogur y yogur con arroz. Sin azúcar. De este modo todo lo (demasiado) picante no hace úlceras como puntos una aguja. A esto se añade a que aquí comen cuando tienen hambre, es decir, cuando se levantan y a una hora indetermınada del día, siempre de manera abundante y diversa. Llenan los platos con un poco de todo y más si tienen sitio.
En tercer lugar, he perdido el miedo a morir atropellada. No hay paso de peatones, y éstos, haciendo uso de su derecho a morir como calcomanías, cruzan felizmente aunque todos los coches vayan a más de 60. Por algún extraño milagro (quızás por el yogur) nadie ha dejado herencia en el asfalto en mi presencia; los coches frenan, pitan, esquivan y siguen. De todos modos, yo prefiero esperar a que paren.
Ponerme un pañuelo en la cabeza para entrar en las mezquitas ya no tiene misterio, es un ritual: pañuelo, zapatos, cámara. Y no es tan grave. Lo que más me gusta es que tienen explicación para todas las tradiciones religiosas. Igual que una tabla de multiplicar. No falla: fallas tú si lo aprendes mal.
Por últımo, supongo que podría regatear mejor si hablara turco, pero me sirven igual los dedos y casi siempre saben algo de inglés (y si se terciıa, hasta chıno). El Gran Bazar puede ser una trampa mortal, ni MacGıver con GPS puede orientarse. Simplemente, entras, y en algún momento in-determinado, sales.
Quızá es por el yogur.

8 comentarios:

D. Herque dijo...

Seguro que es por el yogur, seguro que tu madre ni tiene ni carece de razón (los padres son como el Gran Bazar), seguro que el viaje con/sin yogur ha sido inolvidable.

Bienvenida. Un beso.

(Posdata: de MacGiver aun no se sabe nada, pero algo he leído sobre sus “calcamonias”)

Anónimo dijo...

Aún estoy aquí. Me quedan 3 semanas todavía.
Saludos.

Dani dijo...

Quizas sea por la luz, quizas por los colores o a lo mejor por los olores.

Pero si que es cierto.....al final sales.

Un beso desde aqui

Isthar dijo...

Si es que nunca regresa uno de un viaje sin aprender más de una cosa. Siempre he tenido curiosidad por saber si la comida que nos veden como tal allí es de la misma manera. Lo de los coches sí que me deja fascinada, yo no sé si sería tan valiente, y eso que a menudo peco de temeraria.

¿Fotos? :)

Anónimo dijo...

Que viajer para magnífico... quisiera.

Lo de las madres es de terror, tengo tendencia a subir de peso pero igual mi madre siempre me quiere dar algo mas de comer.

Lo del los kebabs, te envidio, me gusta mucho ese tipo de comida.

Nos leemos.

PD: Que haces en Estambúl?

manuel_h dijo...

se ve que el bazar, además de despistar, adelgaza, lo que sin duda está bien para pasar entre los coches!!

Vulcano Lover dijo...

rica, y de los turcos no dices nada???????????????????????????????????

Pablo Rodríguez Burón dijo...

uhmmm...qué pinta ese kebab!
dejo un abrazo con aroma y sabor