A veces, demasiadas, debemos soportar
el pálpito constate de las lágrimas,
el sol amaneciendo en la persiana
ante el brillo lechoso de los ojos cansados.
Y días calcinados como los pedregales,
amargos y baldíos. Una estepa del alma
que encoge el corazón de quien la cruza.
Después de haber amado nos espera
el hueco que dejaron sus manos y su voz,
y esa foto susurrándonos
que desde aquella hora somos algo más viejos
Juan Mª B. F.
De mi guía en París, en futuro imperfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario