Probando el sistema "de blog en blog" o "de boca en boca"

La segunda vez que fui a Alemania tenía 6 años. Nos alojamos en un hotel a menos de una hora del palacio de Neuschwanstein. Recuerdo una carretera cercada por árboles en los laterales, dirección al castillo, que no se veía con las nubes. Y recuerdo verde, mucho verde que daba a la acera por la que iban jóvenes mochileros con guitarras y pañuelos en la cabeza. Creo que sólo nos quedamos una noche. Suficiente para que mis padres conocieran a una pareja de Barcelona, también con sus hijos. Y tú, rubia y de ojos verdes, con pecas, de mi edad, también habías estado aguantando a tu hermano el tiempo suficiente como para que una desconocida resultara un cambio en el devenir del viaje. Un día. Qué digo, una tarde sólo. Con eso tuvimos suficiente. Aún sin saber para qué servían, nos dimos las direcciones antes de que nosotros nos metiéramos en el coche. Desde mi ventana vi como ibas con tus padres por la acera, cerca del verde, camino al castillo. Ambas ignorándolo.
Las primeras cartas empezaban con un "Hola, soy la amiga que conociste en Alemania..." de letra irregular y con faltas de ortografía. Aún las tengo por aquí. Todas. Todas durante los siguientes 10 años. Después, simplemente, cesaron de llegar tus respuestas. Las últimas cartas eran escuetas por las prisas, pero del mismo tono, la misma caligrafía. Escribí a tu padre, ahora separado, preguntando. Pero el buzón continuó vacío. Sabía que te habías mudado a Sabadell. Antes vivías en St. Esteves Sesrovires. De vez en cuando, cada ciertos meses seguí escribiendo, contándote lo que pasaba por aquí. Las cosas cambiaron tanto. Los años, el tiempo, las ciudades. Te envié postales desde Philadelphia, Edimburgo, Newcastle, Passau, París, Washington, Nueva York, Madrid, Santiago...
Aún lo hago. Será por inercia.
Te llamas Anna Schnabel Font, y si por casualidad me encuentras...