Estoy en la puerta de la catedral de Berlín. He pagado 3€ por la entrada y he sacado la cámara. Me duelen las piernas de caminar. Me siento en un banco del lado derecho, frente al gran órgano de madera y metal. Hay poca gente, algunos turistas dando vueltas, un par de encargados controlando. Después de ver el altar me dirijo a la cripta. Es una catedral grande, pero no sobrecogedora. Tiene luz, pero no brilla con luz propia. Gana más por fuera que por dentro. En la cripta encuentro sarcófagos de reyes muertos, reinas desconocidas. Pequeños ataúdes de princesas que nunca fueron protagonistas de su cuento. Bebés en cajas de mármol. Me estremezco y salgo. Subo despacio las escaleras, agarrada a la barandilla. Llego al tercer piso, donde hay una habitación con maquetas del edificio a pequeña escala. Entra luz por las ventanas, algo difusas. Más escaleras que suben, a la cúpula. Me lo pienso bien antes de avanzar hacia el primer escalón y subir el segundo. Tardo 20 minutos en llegar arriba. En el interior del tejado redondo las cristaleras sucias dejan entrever las torres laterales y los edificios cercanos. Las paredes son blancas y el suelo de losas antiguas, marrones. Dada la vuelta entera, veo una escalera más, de metal negro, que sube en caracol hasta la parte exterior. El techo es bajo y he de subir encorvada. Al abrir la puerta un poco de brisa me refresca. Se ve gran parte de la ciudad, los parques, el río. Es aquí cuando te pido que me tomes una foto con la torre de la televisión a mis espaladas. En ese momento eres un completo desconocido con gafas y ojos claros, blanco de piel y pelo castaño. Me recuerdas a alguien. Te supongo joven. Te lías con la cámara y te ayudo. Te digo que si consigues hacer la foto te invito a un café. “Clic”. Te doy las gracias, me despido y te dejo con un amigo tuyo rubio con coleta y camiseta verde. Doy la vuelta al pequeño pasillo, hasta dar con la puerta. Habéis bajado antes que yo, escucho vuestros pasos. Bajo y deshago el camino. Llego a la capilla lateral y busco la salida. Hay que bajar de nuevo a las criptas y pasar por la tienda de regalos. Y allí estás, me parece que haces tiempo o esperas algo. Inclino la cabeza en señal de saludo y me paro a leer algo que no termino. Te has puesto a mi lado. Nos miramos unos segundos antes de que me preguntes mi nombre, de donde soy, en inglés. Te sonsaco que eres berlinés y paso a hablarte en alemán. Has estudiado Informática. Vives al sur de la ciudad y le enseñas el centro a tu amigo londinense. Andamos entre los libros y postales sin mirar nada en particular. Llegando a la salida tu amigo te espera y yo me despido de forma fugaz, un “have a nice day…” susurrado. Busco la galería de arte en la Isla de los Museos. Llego al final de la calle, a la derecha, mientras guardo la cámara y saco la guía. Estoy en la esquina a punto de cruzar. Te había preguntado en la tienda de recuerdos si queríais ver el museo conmigo, pero ibais a Potsdamerplatz. Y en el cruce, sola, sin ver el coche que venía, me alcanzas por la espalda y me asustas. Tardo un poco en comprenderte. Preguntas por mi email, si te daría mi emailadresse. Mientras sostienes un pequeño papel arrugado con el tuyo escrito. Te paso el mío, cortada, ridícula, tímida. Nos damos la mano al despedirnos. Muy alemán en tu gesto, yo me veo tentada a darte dos besos españoles y sacar color a ese rostro de alabastro y mármol. Os vais, de nuevo, en dirección contraria a la mía.
Tardé más de 3 horas en ver la galería. Una vez en casa, la maleta estaba lista, sólo tenía que comprobar el vuelo. Fue un gesto mecánico y rápido, algo escabullido, como si tuviera que hacerlo a escondidas. Escribí tu correo en la barra de destinatario y envié un mail de prueba. “Clic”, enviar. Miro el vuelo, no hay cambios. Navego un poco. “Plin”, tiene un mensaje en la bandeja de entrada. Me preguntas cuándo me voy. Me agradeces el correo. Te contesto y te doy los horarios. Y apago. Me meto en la cama, tapada hasta el cuello; me encojo y trato de tragar los nervios acumulados en la garganta. No quiero irme. Me muevo inquieta, abrazo la almohada. Me levanto y enciendo el ordenador. No hay mensajes en la bandeja de entrada. Apago y me acuesto otra vez. Fantaseo. Me revuelvo incómoda y pienso que vendrás a despedir a una desconocida. Darme el regalo de no tener conciencia unos segundos. Facturar lo amargo, llevarme los besos, como la canción. Embriagarme de tu olor. Si…
He llegado justa al aeropuerto. He recogido mi billete y he pasado el control de seguridad. Sola. No he pensado en ti en ese momento. Sentí que me faltaba algo esencial, un picor en los labios. No he pensado en ti hasta ahora. Y me he dado cuenta que no te había dicho el aeropuerto desde el que salía.
Tardé más de 3 horas en ver la galería. Una vez en casa, la maleta estaba lista, sólo tenía que comprobar el vuelo. Fue un gesto mecánico y rápido, algo escabullido, como si tuviera que hacerlo a escondidas. Escribí tu correo en la barra de destinatario y envié un mail de prueba. “Clic”, enviar. Miro el vuelo, no hay cambios. Navego un poco. “Plin”, tiene un mensaje en la bandeja de entrada. Me preguntas cuándo me voy. Me agradeces el correo. Te contesto y te doy los horarios. Y apago. Me meto en la cama, tapada hasta el cuello; me encojo y trato de tragar los nervios acumulados en la garganta. No quiero irme. Me muevo inquieta, abrazo la almohada. Me levanto y enciendo el ordenador. No hay mensajes en la bandeja de entrada. Apago y me acuesto otra vez. Fantaseo. Me revuelvo incómoda y pienso que vendrás a despedir a una desconocida. Darme el regalo de no tener conciencia unos segundos. Facturar lo amargo, llevarme los besos, como la canción. Embriagarme de tu olor. Si…
He llegado justa al aeropuerto. He recogido mi billete y he pasado el control de seguridad. Sola. No he pensado en ti en ese momento. Sentí que me faltaba algo esencial, un picor en los labios. No he pensado en ti hasta ahora. Y me he dado cuenta que no te había dicho el aeropuerto desde el que salía.
12 comentarios:
Parece el guion de una pelicula, que bonito suceso :). Ojala hubiera acertado el en que aeropuerto salias.
Un abrazo
a veces esas cosas pasan, pero uno no está pendiente de los detalles del aeropuerto, no puede estarlo, parece todo como un si pero no...Pero esta magia de la vida a mi me produce siempre una sonrisa.
Gracias por contarlo
Bs
....el dios perdido de los pequeños detalles.... sic....
¡Anda que si llega a estar!
En fin, yo acabo de llegar de Buenos aires y, la verdad...No sabes cómo te entiendo...
Un gusto.
Lo que quedaba del d�a, se fue en un avi�n...
Besos voladores
Yo hubiera eliminado la ultima frase, estas como dando una explicación. Queda mejor si todo lo dejas abierto, quizá confuso.
¿Un día puede cambiar nuestro destino?
Jop... y yo que pensaba que le daba el toque cómico la última frase.
Tragicómico, en todo caso, pequeña.
Es un bello sueño, ¡suéñalo!
Recibe un saludo.
aquí hay un buen cuento.
un abrazo berlinés
..."Qué ilusos somos los seres humanos.Mantener en el recuerdo la esperanza en vez de sacarla a flote..."
Queda Internet.
bueno, tenemos el email, no todo está perdido, ¿o ya se perdió todo?
besos
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